El primer paso es esterilizar el frasco que usaremos para almacenar las cebollas. Si usas un frasco pequeño puedes hervirlo. Si usas frasco grande por lo puedes limpiar con alcohol desnaturalizado y algodón, incluyendo la tapa del frasco.
Las cebollas se deben pelar, y luego debes hacer una incisión con forma de cruz, en ambas caras superior e inferior de la cebolla.
El corte debe tener alrededor de 1 cm de profundidad, para que el vinagre penetre en el interior de las cebollas.
A continuación poner las cebollas en el frasco, acompañadas de hierbas aromáticas. Por ejemplo: romero y tomillo fresco, y un poco de orégano seco.
Además, recomiendo añadir unos trozos de morrón rojo, ya que tiene propiedades antibióticas que ayudarán a la conservación de las cebollas.
Finalmente llenar dos tercios del frasco con vinagre de vino tinto y el resto con agua fría previamente hervida. Si lo deseas puedes usar sólo vinagre.
El frasco se cierra herméticamente y se almacena en un lugar fresco, seco y oscuro durante 30 días antes de consumir las cebollas.
Ocasionalmente sugiero revolver la preparación para ayudar a que las cebollas se impregnen de vinagre.
Las cebollas estarán listas cuando tomen un tono rojizo, y pueden durar hasta 4 meses si se conservan herméticamente.