Moler un par de ajos en el mortero. Sugiero picarlos previamente para que sean más fáciles de triturar.
Añadir una cucharadita de sal de mar y una cucharada de pimienta molida gruesa o entera.
Triturar hasta formar una pasta.
Luego agregar media cebolla blanca, que igual conviene picar en pedazos para que sea más fácil de moler.
Luego agregar el tomate. Lo puedes añadir completo aunque la cáscara hace que los tomates sean un poco más difíciles de machacar, por lo que recomiendo sacársela si no tienes paciencia.
Para facilitar el trabajo, puedes poner los tomates en una procesadora de alimentos y molerlos brevemente. No es tradicional pero es efectivo.
Sugiero poner parte de los tomates y el resto picarlos finamente. Así, la consistencia final será parecida a la que se habría obtenido con el mortero, una mezcla de molidos con pedacitos más enteros.
Mezcla todos los ingredientes en un bowl de buen tamaño, para que sea más fácil combinar los ingredientes.
Por último, agregar un ramito de cilantro picado finamente, el jugo del limón y un chorrito de aceite. Puedes ocupar un aceite neutro, o si lo prefieres aceite de oliva.
Antes de servir prueba como te quedó, por si es necesario rectificar la cantidad de sal.
Recomiendo esperar una media hora antes de comerlo para que los sabores se mezclen.